En el Conngo, arte y taxonomía son antónimos.
Los conngueños circulan por sus calles degustando las diversas ofertas de sonidos, imágenes y sabores que otros conngolitos producen sin conciencia.
Es que en el Conngo, las gentes han aprendido casualmente que un congueño es un congueño y un conngolito es un conngolito; sin mezclas que enturbien los sentidos. De este modo todos conviven, sin convivir siquiera.
Los unos no son concientes de sus obras, los otros no comprenden el origen de sus interpretaciones. Los primeros resignifican los sentidos, mientras aquellos pasan silbando bajito.
Los terceros, absortos en la contemplación, son quienes comprendemos el eterno círculo vicioso que los alimenta. Sabiendo lo que ellos jamás:
Que en el Conngo, nadie puede ser; disfrutando de su libertad devienen esclavos de sí mismos.
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