Los diccionarios, guías de la dicción (ajena, propia y pretendidos neutros), no remiten a lo referido de la palabra, sino que devuelven, al conngolito de turno, su realidad en construcción; en estos lares, no hay libros ilustrados que pretendan explicar algo más que a sí mismos.
De modo que frente al término televisor, el mataburros reflexiona: "dispositivo frente al cual un habitante del conngo elige, momentaneamente, ceder su mundo al libre devenir del zapping".
Los sabios del Conngo, tras arduos debates, sumados a diversas y contradictorias visitas al Oráculo, acuñan para diccionario lo siguiente: "construcción de un yo ajeno al yo que pretende controlar el sentido de lo que, por definición, carece de existencia".
El diccionario descripto carece de orden ajeno al aleatorio, de tal manera que su primer entrada es Conngo: "posible lugar donde habitan conngolitos, conngueños, conngudos, conngueses y conngorianos. Su ubicación paradojiza el espacio-tiempo y gatilla, eternamente, un big bang sobre él."