En el Conngo, la muerte mata a tiempo, pero avisa tarde.
Burocracias y autoridades se contienen, recrean y confunden; de manera que el telegrama fatal puede recibirse años después del deceso, disipando las sospechas, y diluyendo las anécdotas de esos conngolitos que, sin saberlo, deberán devolver al silencio el todo de esa parte de su existencia.
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