Muy de vez en cuando, en los alrededores de un mismo centro, las vueltas devuelven encuentros fugaces e irreversibles. Casi nunca puede uno encontrarse nuevamente con el mismo otro con quien supo cruzarse alguna vez.
En los bares, los manuales de lomo ancho disertan que: “uno mismo nunca vuelve a ser, el mismo uno mismo de nuevo” y que toda experiencia es imagen de un recuerdo.
Según parece, tampoco aquí hay lugar para la singularidad de los regresos.
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