Las montañas en el Conngo son prácticamente invisibles. Sucede que el conngolito promedio tiene el poder de atravesarlas, tanto con su mirar, ego y caminata.
El lector maduro se preguntará, sospecha el autor precoz, qué grado de atrevimiento es preciso para nominar montaña a lo que, como es evidente, carece de existencia. Pregunta tanto válida como apresurada.
Las montañas en el Conngo, dijimos, son prácticamente invisibles. Cuando el conngolito promedio actúa, ellas también. Los unos construyen, las otras desaparecen.
Es en teoría, en el pensamiento, en la abstracción, en el mundo interpretado, donde pequeños montículos de, acaso tierra, acaso materia, se erige, metamorfosis mediante, en insalvables Everest mentales que, como bien cabe suponer, anularan voluntades de llegar a otros pagos.
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