Los conngudos se desesperan estudiando ciencias que permitan recuperar el camino diluido entre tantos pisotones; los conngueños miran las huellas y lloran añorando patas ignotas.
Los conngolitos, por el contrario, saben que nada tiene más sentido que ese vacío que se desprende de las huellas. No lloran ni estudian. Pasan sus días jugando a dejar las propias.
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