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Para los congolitos menos agraciados de sonrisa, no hay pétalo que resulte inútil cuando hay que seducir.
Los menos nobles, cuentan en tono de leyenda, victorias pasadas y metamitos, aventuras de las que se proclaman héroes inapelables y sabedores del dogma.

Los casi escépticos, alegan contra lo impropio que resulta devenir a pesar del destino y como rememorando una liturgia religiosa o milenaria, cuidan de no volver sobre sus pasos. No tendría sentido tampoco, procurar algún camino de nuevo.

Es en el lamento por la perdida, donde siempre subyace un dejo de negación de lo que se busca recuperar.

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